Hace unas pocas horas, me ha sonado el teléfono de casa. Raudo y veloz, he cogido el auricular como de costumbre.
-¿Quién es?
Y de pronto, una voz anciana me dice de manera firme, con convicción.
- ¡¡¡¡Marisa!!!!
Me sorprende.
- ¿Quién?
Le digo yo poniendo mi voz más varonil y grave.
- ¡¡¡¡Marisa!!!!
Responde de nuevo el ancianete. Vale, yo comprendo que la gente pueda confundirse al llamar por teléfono, es lógico. Son muchos números y alguno siempre se te puede colar. Pero ¿Por qué me llama Marisa cuando es obvio que soy un hombre? ¿Por qué insiste?
- Oiga, caballero, me parece que se ha confundido
Y entonces, su contestación me deja patidifuso.
- ¿¿¿No eres Marisa???
Casi me sale una pequeña carcajada.
- Hombre, pues es evidente que no soy Marisa, ¿No se ha dado cuenta de que soy un hombre?
- ¿¿¿Qué???
- ¡¡¡Que soy un hombre, un hombre, no una mujer, así que difícilmente voy a ser esa Marisa!!!
Tras un breve pero muy significativo silencio, me responde.
- Usted no conoce a Marisa...
Y me cuelga.
Joder con Marisa.
Weee, de mis tiempos telefonistas tengo anékdotas mil, pero lo que más me jodía era aquello de "señorita, páseme con lo de las citas, pero no me vuelva a poner la musiquita esa".
ResponderEliminarY voz varonil de esas no tengo, pero coño, que yo fumo, y eso dicen que grave es de cojones.